Extracto del artículo “Sociedad de la
información y el conocimiento. Entre el optimismo y la desesperanza”, de Delia
Crovi Druetta. Publicado en la Edición número 185 de la Revista Mexicana de
Ciencias Políticas y Sociales. Año
2002.
Algunos autores (Nora y
Minc, 1980; Lacroix y Tremblay, 1995; Negroponte, 1995; Miège, 1998; Castells,
2000) ubican el surgimiento de la sociedad de la información a mediados de los
setenta. El análisis de este proceso de cambio se ha efectuado desde
perspectivas diversas: política, economía, filosofía, comunicación, sociología,
entre otras. De esta riqueza de enfoques derivan un buen número de nombres que
designan este fenómeno: informatización de la sociedad (Nora y Minc), sociedad
de la comunicación (Vattimo), revolución informacional (Miège),
informacionalismo (Castells), era de la postinformación (Negroponte), sociedad
del conocimiento (Drucker, Levy) o tercer entorno (Echeverría).
De manera general
entiendo por sociedad de la información, SI, a una sociedad caracterizada por
un modo de ser comunicacional que atraviesa todas las actividades (industria,
entretenimiento, educación, organización, servicios, comercio, etc.). En este
tipo de organización social la información ocupa un lugar sustantivo y se
convierte en fuente de riqueza (Miège, 1998). Se produce un crecimiento rápido
de las tecnologías de información y comunicación, TIC, las que repercuten en
todos los sectores sociales. En efecto, a pesar de haber grandes diferencias en
el acceso a estas nuevas tecnologías entre las naciones y entre los individuos,
todos los países tienen al menos una franja de su sociedad que las han
integrado a sus actividades. Como sabemos la mayoría de esos desarrollos
tecnológicos (tanto su parte dura, hardware, como en su parte blanda o
lógica, software) se producen en los países del primer mundo.
La digitalización es una
de las claves técnicas de la SI, proceso que ha dado lugar a nuevos medios;
nuevas formas de producir, almacenar y difundir la información; y ha
modificado sustancialmente las relaciones interpersonales y los sistemas de
producción, educación y entretenimiento. Entre los cambios más importantes de
orden general, figura una nueva interpretación de la dimensión espacio temporal
de los individuos, que pone en juego tanto los conceptos tradicionales, como
la organización de su vida cotidiana.
Desde un punto de vista
técnico destaca, además, la convergencia de tres sectores que venían trabajando
separadamente: telecomunicaciones, informática y audiovisual o mediático, los
que se integran en redes. Aunque inicialmente esta convergencia se plantea sólo
en el ámbito tecnológico, trajo consecuencias de orden económico, político y
cultural.
La idea de una sociedad del conocimiento que
poco a poco ha ido sumándose a la SI o incluso reemplazándola como concepto,
nació ligada a las nuevas formas de trabajar impuestas por las TIC y el cambio
de modelo político económico. Peter Drucker estuvo entre los primeros en
señalar que la nueva forma de trabajar, estaba relacionada con el manejo de la
información y que el cambio de paradigma permitía hablar del paso de una
sociedad industrial a una sociedad del conocimiento.
Lo que
llamamos revolución de la información es de hecho una revolución del
conocimiento [...] es la reorganización del trabajo tradicional basado en
siglos de experiencia, mediante la aplicación del conocimiento y en especial
del análisis sistemático y lógico. La clave no es la electrónica sino la
ciencia cognitiva. Eso significa que la clave para mantener el liderazgo en la
economía y en la tecnología que van a surgir estará en la posición social que
tengan los profesionales del conocimiento y la aceptación social de sus
valores. Para ellos ser considerados ‘empleados’ tradicionales sería
equivalente al trato que en Inglaterra (durante la revolución industrial) se
dio a los tecnólogos, como si fueran comerciantes (Drucker, 1999, en Micheli,
2002).
No se trata, como vemos,
de incorporar innovaciones tecnológicas al ámbito laboral, sino de una
auténtica revolución de carácter cultural. Pierre Lévy, quien ha
trabajado esta idea centrándose en la inteligencia colectiva, afirma: “¿Qué es
la inteligencia colectiva? Es una inteligencia distribuida por todos lados,
valorizada sin cesar, coordinada en tiempo real, que conduce a una
movilización efectiva de las competencias” (Lévy, 2000:29).
Este autor menciona
cuatro espacios en la evolución de la humanidad, que no se sustituyen entre
sí, sino que coexisten: el espacio nómada de la tierra (mitos, ritos), el
espacio del territorio (escritura, geometría, cartografía), el espacio de las
mercancías o productos (bienes materiales) y, finalmente, el espacio del saber
que corresponde a nuestro tiempo y que él vincula a las cualidades humanas.
Para Lévy, el conocimiento no es el saber científico:
Para Lévy, el conocimiento no es el saber científico:
Cada vez que
un ser humano organiza o reorganiza sus respuestas a sí mismo, a sus
semejantes, a las cosas, a los signos, al cosmos, está comprometido en una
actividad de conocimiento, de aprendizaje. El saber [...] es un saber vivir o
un vivir-saber, un saber coextensivo a la vida. Se trata de un espacio cosmopolita
y sin frontera de relaciones y de cualidades; de un espacio de la metamorfosis
de las respuestas y de la emergencia de maneras de ser; de un espacio donde se
reúnen los procesos de subjetivación individual y colectivos (Lévy, 2000:138).
Para este autor es
importante enfatizar la dimensión social y colectiva del conocimiento, de la inteligencia
colectiva, ya que como él mismo expresa, cuando pensamos, creamos y trabajamos
lo hacemos con un referente comunitario.
Aunque la sociedad del
conocimiento o sociedad cognitiva tiende a reemplazar la idea de sociedad de la
información, considero que aún quedan muchas dudas entre un concepto y el otro.
Es por ello que en este trabajo prefiero adoptar una combinación de ambas nociones
(sociedad de la información y el conocimiento, SIC), ya que considero que no
son excluyentes y que aún falta mucho trabajo de análisis teórico y empírico,
para lograr separarlas y diferenciarlas.
Más allá de la
denominación que podamos darle a este proceso de cambio social, considero que
es importante rescatar la dimensión comunitaria y colectiva que presenta el concepto
de sociedad del conocimiento, en la que se establece una dinámica de
participación entre miembros activos que intercambian experiencias y saberes.
Esta noción, sin duda, resulta bastante más rica que una sociedad individualista,
fragmentada y aislada por los medios técnicos que se deriva del modelo
neoliberal y que tanto ha sido criticada. No obstante, falta saber si en la
práctica es posible esa dinámica de participación y en qué condiciones se da.
Pero la SIC, aún cuando
todavía se encuentra en construcción, es una realidad que no podemos ignorar.
De no ser capaces de incorporar efectivamente sus ventajas a los programas
nacionales de desarrollo, estaríamos aislándonos de una auténtica revolución
social y de un cambio de paradigmas.
El hecho de que se trate
de un proceso ineludible pero en construcción, nos da la posibilidad como
ciudadanos y desde la academia, de realizar intervenciones que permitan pasar
de una simple propuesta discursiva optimista de los organismos financieros
internacionales, a una lectura de la realidad que lleve a delinear políticas
públicas realistas, acordes con las necesidades del país. Y esto implica,
entre otras cosas, mantener una actitud crítica y vigilante en torno a las
acciones que se propongan para la construcción de la SIC.
La iniciación temprana de
los estudiantes en el manejo de los sistemas informáticos, el software en
idioma español, el acceso público a Internet en condiciones económicas
ventajosas para usuarios masivos, la actualización permanente en materia de
apropiación de la tecnología, pero sobre todo, el rescate de esta dimensión
colectiva y social del conocimiento a través de programas específicos, son caminos
adecuados para evitar las exclusiones que la construcción de la SIC ya está
engendrando entre naciones e individuos.
Se trata, en
suma, de una tarea de carácter multisectorial que debe tener como objetivo
común hacer que del uso de las herramientas de la convergencia tecnológica se
conviertan en conocimiento y en instrumentos de participación social.
En
consecuencia, para evitar que nuestro pueblo se desplome, como en el pasado, en
las fauces de la exclusión y la dependencia, los Maestros del Estado
Plurinacional de Bolivia, debemos asumir la responsabilidad y el compromiso de
liderar el desarrollo de las capacidades que nos faculte el uso y empleo de las
herramientas de las nuevas Tecnologías de la Información y las Comunicaciones para
vivir, aprender y trabajar con éxito en una sociedad cada vez más compleja,
rica en información y basada en el conocimiento.
Por
ello, desde estas líneas invitamos, una vez más, a docentes de todos los
niveles y regiones del Estado Plurinacional, pero especialmente a los docentes
de la Escuelas Superior de Formación de
Maestros, a asumir este reto histórico.
Referencia:
Crovi Druetta,
Delia. (2002). Sociedad de la información y el
conocimiento. Entre el optimismo y la desesperanza. Revista Mexicana de
Ciencias Políticas y Sociales, núm. 185, Facultad
de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Imprenta
de Juan Pablo, S.A., pag. 13-33
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