miércoles, 4 de julio de 2012

Sociedad de la información y el conocimiento

Extracto del artículo “Sociedad de la información y el conocimiento. Entre el optimismo y la desesperanza”, de Delia Crovi Druetta. Publicado en la Edición número 185 de la Revista Me­xicana de Ciencias Políticas y Sociales. Año 2002.
Algunos autores (Nora y Minc, 1980; Lacroix y Tremblay, 1995; Ne­groponte, 1995; Miège, 1998; Castells, 2000) ubican el surgimiento de la sociedad de la información a mediados de los setenta. El aná­lisis de este proceso de cambio se ha efectuado desde perspectivas diversas: política, economía, filosofía, comunicación, sociología, en­tre otras. De esta riqueza de enfoques derivan un buen número de nombres que designan este fenómeno: informatización de la socie­dad (Nora y Minc), sociedad de la comunicación (Vattimo), revolu­ción informacional (Miège), informacionalismo (Castells), era de la postinformación (Negroponte), sociedad del conocimiento (Drucker, Levy) o tercer entorno (Echeverría). 


De manera general entiendo por sociedad de la información, SI, a una sociedad caracterizada por un modo de ser comunicacional que atraviesa todas las actividades (industria, entretenimiento, educa­ción, organización, servicios, comercio, etc.). En este tipo de organi­zación social la información ocupa un lugar sustantivo y se convierte en fuente de riqueza (Miège, 1998). Se produce un crecimiento rápi­do de las tecnologías de información y comunicación, TIC, las que repercuten en todos los sectores sociales. En efecto, a pesar de haber grandes diferencias en el acceso a estas nuevas tecnologías entre las naciones y entre los individuos, todos los países tienen al menos una franja de su sociedad que las han integrado a sus actividades. Como sabemos la mayoría de esos desarrollos tecnológicos (tanto su parte dura, hardware, como en su parte blanda o lógica, software) se pro­ducen en los países del primer mundo. 

La digitalización es una de las claves técnicas de la SI, proceso que ha dado lugar a nuevos medios; nuevas formas de producir, alma­cenar y difundir la información; y ha modificado sustancialmente las relaciones interpersonales y los sistemas de producción, educación y entretenimiento. Entre los cambios más importantes de orden ge­neral, figura una nueva interpretación de la dimensión espacio tem­poral de los individuos, que pone en juego tanto los conceptos tradi­cionales, como la organización de su vida cotidiana. 
Desde un punto de vista técnico destaca, además, la convergencia de tres sectores que venían trabajando separadamente: telecomuni­caciones, informática y audiovisual o mediático, los que se integran en redes. Aunque inicialmente esta convergencia se plantea sólo en el ámbito tecnológico, trajo consecuencias de orden económico, po­lítico y cultural. 
La idea de una sociedad del conocimiento que poco a poco ha ido sumándose a la SI o incluso reemplazándola como concepto, nació ligada a las nuevas formas de trabajar impuestas por las TIC y el cam­bio de modelo político económico. Peter Drucker estuvo entre los primeros en señalar que la nueva forma de trabajar, estaba relacio­nada con el manejo de la información y que el cambio de paradigma permitía hablar del paso de una sociedad industrial a una sociedad del conocimiento.
Lo que llamamos revolución de la información es de hecho una revolución del conocimiento [...] es la reorganización del traba­jo tradicional basado en siglos de experiencia, mediante la apli­cación del conocimiento y en especial del análisis sistemático y lógico. La clave no es la electrónica sino la ciencia cognitiva. Eso significa que la clave para mantener el liderazgo en la eco­nomía y en la tecnología que van a surgir estará en la posición social que tengan los profesionales del conocimiento y la acep­tación social de sus valores. Para ellos ser considerados ‘em­pleados’ tradicionales sería equivalente al trato que en Ingla­terra (durante la revolución industrial) se dio a los tecnólogos, como si fueran comerciantes (Drucker, 1999, en Micheli, 2002). 
No se trata, como vemos, de incorporar innovaciones tecnológi­cas al ámbito laboral, sino de una auténtica revolución de carácter cultural. Pierre Lévy, quien ha trabajado esta idea centrándose en la inteli­gencia colectiva, afirma: “¿Qué es la inteligencia colectiva? Es una in­teligencia distribuida por todos lados, valorizada sin cesar, coordi­nada en tiempo real, que conduce a una movilización efectiva de las competencias” (Lévy, 2000:29).
Este autor menciona cuatro espacios en la evolución de la huma­nidad, que no se sustituyen entre sí, sino que coexisten: el espacio nómada de la tierra (mitos, ritos), el espacio del territorio (escritura, geometría, cartografía), el espacio de las mercancías o productos (bienes materiales) y, finalmente, el espacio del saber que corres­ponde a nuestro tiempo y que él vincula a las cualidades humanas. 

Para Lévy, el conocimiento no es el saber científico:
Cada vez que un ser humano organiza o reorganiza sus respues­tas a sí mismo, a sus semejantes, a las cosas, a los signos, al cosmos, está comprometido en una actividad de conocimiento, de aprendizaje. El saber [...] es un saber vivir o un vivir-saber, un saber coextensivo a la vida. Se trata de un espacio cosmo­polita y sin frontera de relaciones y de cualidades; de un espa­cio de la metamorfosis de las respuestas y de la emergencia de maneras de ser; de un espacio donde se reúnen los procesos de subjetivación individual y colectivos (Lévy, 2000:138). 
Para este autor es importante enfatizar la dimensión social y colectiva del conocimiento, de la inteligencia colectiva, ya que como él mismo expresa, cuando pensamos, creamos y trabajamos lo hace­mos con un referente comunitario. 
Aunque la sociedad del conocimiento o sociedad cognitiva tiende a reemplazar la idea de sociedad de la información, considero que aún quedan muchas dudas entre un concepto y el otro. Es por ello que en este trabajo prefiero adoptar una combinación de ambas no­ciones (sociedad de la información y el conocimiento, SIC), ya que considero que no son excluyentes y que aún falta mucho trabajo de análisis teórico y empírico, para lograr separarlas y diferenciarlas.
Más allá de la denominación que podamos darle a este proceso de cambio social, considero que es importante rescatar la dimensión comunitaria y colectiva que presenta el concepto de sociedad del co­nocimiento, en la que se establece una dinámica de participación entre miembros activos que intercambian experiencias y saberes. Esta noción, sin duda, resulta bastante más rica que una sociedad in­dividualista, fragmentada y aislada por los medios técnicos que se deriva del modelo neoliberal y que tanto ha sido criticada. No obs­tante, falta saber si en la práctica es posible esa dinámica de parti­cipación y en qué condiciones se da. 
Pero la SIC, aún cuando todavía se encuentra en construcción, es una realidad que no podemos ignorar. De no ser capaces de incor­porar efectivamente sus ventajas a los programas nacionales de de­sarrollo, estaríamos aislándonos de una auténtica revolución social y de un cambio de paradigmas. 
El hecho de que se trate de un proceso ineludible pero en cons­trucción, nos da la posibilidad como ciudadanos y desde la acade­mia, de realizar intervenciones que permitan pasar de una simple propuesta discursiva optimista de los organismos financieros inter­nacionales, a una lectura de la realidad que lleve a delinear políticas públicas realistas, acordes con las necesidades del país. Y esto impli­ca, entre otras cosas, mantener una actitud crítica y vigilante en torno a las acciones que se propongan para la construcción de la SIC.
La iniciación temprana de los estudiantes en el manejo de los siste­mas informáticos, el software en idioma español, el acceso público a Internet en condiciones económicas ventajosas para usuarios masi­vos, la actualización permanente en materia de apropiación de la tecnología, pero sobre todo, el rescate de esta dimensión colectiva y social del conocimiento a través de programas específicos, son ca­minos adecuados para evitar las exclusiones que la construcción de la SIC ya está engendrando entre naciones e individuos. 
Se trata, en suma, de una tarea de carácter multisectorial que debe tener como objetivo común hacer que del uso de las herramientas de la convergencia tecnológica se conviertan en conocimiento y en instrumentos de participación social.
En consecuencia, para evitar que nuestro pueblo se desplome, como en el pasado, en las fauces de la exclusión y la dependencia, los Maestros del Estado Plurinacional de Bolivia, debemos asumir la responsabilidad y el compromiso de liderar el desarrollo de las capacidades que nos faculte el uso y empleo de las herramientas de las nuevas Tecnologías de la Información y las Comunicaciones para vivir, aprender y trabajar con éxito en una sociedad cada vez más compleja, rica en información y basada en el conocimiento.
Por ello, desde estas líneas invitamos, una vez más, a docentes de todos los niveles y regiones del Estado Plurinacional, pero especialmente a los docentes de la Escuelas Superior de Formación de Maestros, a asumir este reto histórico.


Referencia:
Crovi Druetta, Delia. (2002). Sociedad de la información y el conocimiento. Entre el optimismo y la desesperanza. Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales, núm. 185, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Im­prenta de Juan Pablo, S.A., pag. 13-33

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